El caso de José Ignacio Susaeta cumple 10 años este jueves 23 de enero.
Ese día, pero de 2015, cuando tenía 23 años de edad, era visto por última vez al salir de su casa cerca de las 20 horas.
El caso no demoró en ser titular de noticias en todo el país. Días, semanas, meses y años después, tanto Juan como Alejandra, sus padres, no saben qué fue de él.
Lo único que apareció fue el auto con el que Ignacio se fue aquel 23 de enero, en Lagomar, trancado, con algunas pertenencias suyas, y con una nota escrita por él. Los padres, si bien dieron acceso a técnicos del Ministerio del Interior para analizarla, nunca la hicieron pública.
Según han repetido en varias ocasiones, las palabras en el papel no dan información útil de cara a la investigación ni contienen datos o pistas relevantes. Por eso, lo guardaron para sí mismos por considerarlo algo íntimo sobre su hijo.
Es el último recuerdo que tienen de Ignacio. Una dura década después, con mucha agua bajo el puente, no bajan los brazos.
El proceso de la familia de Ignacio
Juan y Alejandra han dado varias declaraciones a lo largo de los años, desde reconstruir el triste día cuando Ignacio se fue, hasta la tediosa investigación que llevó adelante el Ministerio del Interior e Interpol; toda pista que en algún momento pareció prometer, terminó en nada.
Uno de los temas que tomaron como bandera en el último tiempo fue la aprobación del proyecto de ley para implementar el sistema internacional de alerta Amber en Uruguay ante la desaparición de niños, lo que finalmente ocurrió en setiembre de 2024.
Es que, a lo largo de los años, los padres de Ignacio observaron que el sistema uruguayo no está adecuadamente preparado para tratar casos de personas ausentes.
Así lo expresó Juan en conversación con Montevideo Portal: “Cuando al principio de lo sucedido nos pasan el caso de José a Interpol, yo dije ‘bueno, vamos a entrar a la NASA’”.
“Cuando entré en Interpol Ausentes, había un oficial con 300 carpetas en un cuartito, con tres psicólogas, todos apretados. Se me cayó el alma al piso. No podía creer cómo esa gente podía trabajar así. Trabajaban con los celulares lunes a viernes, o sea que sábado y domingo si pasaba algo, suerte en pila”, contó.
“Hoy, si bien creo que faltan cosas todavía —agregó—, “indudablemente ha cambiado”.
En ese sentido, el padre de Ignacio aseguró que es vital “tener otro tipo de respaldo” estatal en el proceso, tanto en materia de la propia investigación, como de apoyo psicológico.
Aún así, admite que “se fueron dando cosas” y notaron una “evolución de recursos”.
Consultado sobre la atención mediática en torno al caso de su hijo, dijo que lo notan especialmente cerca de las “fechas especiales”, ya sea en la fecha en la que fue visto por última vez, 23 de enero, o en su cumpleaños, el 1° de octubre.
“Lamentablemente, no es una noticia o algo que se mantenga constantemente para la población”, expresó.
Asimismo, manifestó que, más allá de que se recuerden estos aniversarios, le gustaría que “los ausentes se metan más en la retina de la gente para poder encontrarlos”.
“Son unos días especiales y después cae un poco en el olvido. Tuvimos la suerte de poder seguir hasta el día de hoy tratando de difundir el caso de José Ignacio. Cuando es noticia, todos sabemos el nombre y después lo vamos dejando de lado. Creo que las caras también se tienden a olvidar”, sostuvo.
A Juan y Alejandra les costó reencauzar su vida. Los primeros meses de 2015 fueron caóticos. “Costó unos cuantos meses poder reiniciar las actividades”, aseguró Juan, quien es agradecido por su trabajo y sus seres queridos.
“El volver a la actividad nos dio fuerzas para seguir, cada uno con sus dramas, con sus karmas… una vida que hasta el día de hoy seguimos buscándola”, reflexionó.
Los padres de Ignacio son católicos, y más allá de que no sean practicantes, eso los ha ayudado.
“De forma particular, tengo mis conversaciones y mis discusiones con el Barba”, dijo Juan, quien más de una vez se ha preguntado: “¿Por qué a mí? O en realidad, ¿por qué a José Ignacio?”.
Él lo que espera es “alguna respuesta”: “Si Dios quiere, que esté bien, y poder encontrarlo”.
Esta esperanza es la que mantiene firmes, no solo a ellos, sino a otras familias que han pasado por situaciones similares. De hecho, la familia Susaeta ha sido contactada por otros padres o familiares de personas ausentes.
“En la medida de las necesidades y lo posible, se trata de dar algún apoyo, alguna orientación, que pueda servir, porque todos los casos son distintos”, explica Juan.
Su consejo, luego de decirles que denuncien y facilitarles contactos, es simple: “Presionen, presionen, presionen. Molesten, consulten, muévanse lo más que puedan”.
En este sitio web, creado por su familia, hay más información sobre él.
Por Tomás Gutiérrez – Montevideo Portal
Comentarios