Tiempo de Noticias – Este lunes fue demolida la casa ubicada en la intersección de avenida Arocena y Lieja, en el barrio Carrasco de Montevideo, que hasta hace algunas décadas fue el hogar de Pablo Goncálvez, conocido como el primer asesino serial de la historia criminal uruguaya. El inmueble, que desde hace tiempo había sido vendido, dará paso a una nueva construcción destinada a oficinas y locales comerciales, según informó El Observador.
La demolición del predio no solo representa el fin de una estructura física, sino que también reactiva un recuerdo sombrío en la memoria colectiva de los uruguayos. La historia de Goncálvez estremeció al país a comienzos de la década de 1990, cuando una serie de crímenes brutales dejó al descubierto una personalidad manipuladora, violenta y sin remordimientos.
Una serie de crímenes que conmocionó al país
Pablo Goncálvez tenía apenas 22 años cuando fue detenido el 20 de febrero de 1993 en la ciudad fronteriza de Chuy, al regresar de Brasil. Para ese entonces, ya había cometido tres homicidios, todos con características similares: mujeres jóvenes, estranguladas, asfixiadas y en algunos casos envueltas en bolsas plásticas. Su captura marcó el final de una intensa investigación que había puesto en alerta a la Policía y a la opinión pública.
Aunque el crimen por el que cayó inicialmente fue el de María Victoria Williams, de 22 años, asesinada el 8 de febrero de 1993, fue posteriormente vinculado a otros dos casos: el de Ana Luisa Miller Sichero, de 26 años, y el de Andrea Castro, una adolescente de solo 15 años.
Ana Luisa fue la primera víctima, asesinada la madrugada del 1º de enero de 1992. Su cuerpo fue hallado en la playa de Solymar, generando desconcierto por la brutalidad del hecho. Más tarde, el 20 de septiembre de ese mismo año, Goncálvez atacó a Andrea Castro a la salida del boliche England, en el Parque Rodó, a quien asfixió y dejó abandonada. María Victoria, la tercera víctima, murió en su propia casa, donde fue estrangulada por Goncálvez, quien además le colocó una bolsa de nailon en la cabeza.
Un juicio emblemático
El juicio que se desarrolló en su contra marcó un antes y un después en la historia judicial del país. Fue condenado a 30 años de prisión por los homicidios de Williams y Castro. Siete años más tarde, ya en prisión, se le dictó sentencia por el crimen de Ana Luisa Miller, cerrando así el triángulo macabro de asesinatos cometidos en poco más de un año.
El caso de Goncálvez impactó profundamente en la sociedad uruguaya no solo por la frialdad con la que cometía los crímenes, sino también por su contexto social. Se trataba de un joven de clase media alta, con estudios universitarios y un entorno familiar sin antecedentes delictivos, lo que rompía con los estereotipos habituales sobre la criminalidad. La combinación de sus características y sus delitos lo convirtió en una figura perturbadora que desafió los parámetros tradicionales del sistema penal y de la criminología local.
Una casa cargada de simbolismo
La residencia de Goncálvez en Carrasco, ahora demolida, fue durante años un símbolo silencioso de aquel capítulo oscuro. Aunque el inmueble ya había cambiado de propietarios hace años y no conservaba rastros visibles del pasado, para muchos vecinos seguía siendo un recordatorio de uno de los episodios más perturbadores de la historia reciente del país.
La nueva construcción, que incluirá espacios para oficinas y comercios, busca resignificar el espacio urbano, apostando al crecimiento empresarial y al desarrollo del barrio. Sin embargo, el recuerdo de los crímenes cometidos por Goncálvez difícilmente sea borrado por completo de la memoria colectiva.
Libertad, polémicas y reclusión en Brasil
Tras cumplir los 30 años de condena en Uruguay, Pablo Goncálvez fue liberado en 2016, lo que generó una fuerte polémica y preocupación pública. Su caso reavivó debates sobre la duración máxima de las penas, la reincidencia y la posibilidad de rehabilitación de asesinos múltiples.
Tiempo después de recuperar su libertad, se trasladó a Brasil, donde volvió a tener problemas con la ley. En 2019 fue detenido en el estado de Espírito Santo por portar documentos falsos. Desde entonces, ha permanecido alejado de la vida pública uruguaya, aunque su nombre continúa asociado a una de las páginas más oscuras del crimen nacional.
Un capítulo que aún interpela
La demolición de la casa de Goncálvez marca el cierre simbólico de una etapa, pero también invita a reflexionar sobre los límites del sistema penal, la atención a la salud mental, la prevención del delito y el tratamiento mediático de casos criminales de alto impacto.
Mientras las máquinas avanzan para construir un nuevo edificio en Arocena y Lieja, el país sigue procesando las consecuencias de una historia que aún hoy genera desconcierto, rechazo y preguntas sin respuestas del todo claras.
Diego Landache / Diario Tiempo de Noticias
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